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Fultierra: Un jardín orgánico en medio de una selva de concreto

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Hace ocho años Lucía Arroyo y su esposo Erick Badilla decidieron que era momento de pasar de las palabras a los hechos y realizar algo que aportara a la conservación de la tierra.

El crecimiento de la ciudad ha repercutido en la dispersión de procesos con los que comúnmente se alimenta la tierra. Esto pese a que, según arquitectos, la más fértil se encuentra en el valle central.

Nunca es tarde para empezar. Desde que Fultierra existe en Sabanilla la tierra del lugar se ha enriquecido gracias a los desechos orgánicos que los vecinos aportan para que Erick Badilla los convierta en abono.

Este proceso les toma entre 2 y 3 meses dependiendo de la cantidad de agua que repercute dentro del proceso de descomposición. Caminando entre el terreno, se observa que los pilares de las huertas orgánicas se mantienen.

Los que quieran estar en contacto con los valores de la permacultura visitan constantemente la huerta que forma parte del interés público de la comunidad.

“Estamos dándole la vuelta completa al ciclo: producimos alimento, los llevamos a la casa, lo que sobra de esos alimentos lo compostamos, lo agregamos al suelo y seguimos en ese ciclo”, comenta Badilla, encargado de revitalizar el suelo con los desechos de los vecinos.

Con la tierra que se devuelve al suelo, se siembran productos de toda clase: lechuga, kale, yuca, tomillo, albahaca, chile, naranjas, limones y demás hierbas medicinales que impactan este crecimiento constante del valor de los suelos.

La calidad de los mismos es notable en cada sendero de Fultierra donde también ocurre una fertilización constante de las plantas donde se posan mariposas, abejas y palomillas que vuelvan constantemente a través del huerto.

“Es el ciclo natural, el ciclo de la vida”, comenta a MCN, Badilla mientras observamos el lugar de compostaje.

San José es el centro urbano que más produce desechos orgánicos y no orgánicos. Se estima que anualmente el país genera alrededor de 5000 o más toneladas de residuos sólidos de los cuales cerca del 30% terminan en ríos, cuencas y lotes, según un informe del Estado de la Nación.

Más allá de eso, el país cuya imagen internacional es de verdor ecológico se verá cada vez más afectado por la basura que recorre sin final todos los ríos.

Para los fundadores de Fultierra, la solución nace desde la casa y la forma en que se manejan los desechos. El clima del país acentúa las posibilidades para el desarrollo de huertos urbanos y por qué no, de una economía agrícola que no dependa de los grandes productores o de la venta en supermercados.

Cada vecino que aporta al huerto, se lleva parte de los productos para consumirlos en su mesa, lo cual ha hecho, según Badilla, que las personas aprendan primero a separar desechos en lugar de botarlos en el tarro de basura.

Si todos aprendiéramos este principio, cada comunidad se mantendría independiente, y la sociedad dentro de integralidad elemental ciclo de la tierra de la que la vida moderna busca tanto alejar al ser humano.

La herencia agrícola se resiste a ser olvidada en el centro urbano más importante de Costa Rica.

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