A pesar de una historia marcada por los estereotipos raciales en cuanto al uso de sustancias narcóticas, en la cual se incluyó el cannabis, 10 países africanos han incursionado en su uso medicinal en los últimos 5 años.
Y aunque se han realizado avances, como en Sudáfrica que es legal el autocultivo para uso recreativo, los grandes perdedores en el continente africano son los pequeños productores, pues para acceder a una licencia es necesario pagar desde miles hasta cientos de miles de dólares, dependiendo del país; por lo que es inaccesible para la enorme mayoría de la población.
Uno de los ejemplos más notorios es el de Lesoto. En 2017, cuando se legalizó el cultivo para uso medicinal, era gratis adquirir las licencias con el fin de ayudar a los pequeños granjero. Estos debían pagar $35 mil dólares en los primeros 12 meses de uso; sin embargo, empresas extranjeras empezaron a comprar estas licencias y se estima que al cabo de dos años el 97% estaban ocupadas, aunque sin usarse.
La paradoja es que con el cambio de gobierno en 2018 el precio de las licencias se incrementó. Así que en un país donde el salario base ronda los $200 dólares al mes, la licencia para cultivar cannabis cuesta $350 mil dólares. A la fecha solamente hay cinco empresas que obtienen beneficios económicos con esta actividad.
Otro ejemplo de esta situación es Uganda, donde solo hay una empresa que está aprobada por el gobierno para la producción medicinal del cannabis. Esto se debe, en buena medida, a que una de las condiciones para obtener el permiso es tener $5 millones con respaldo en la cuenta bancaria. El salario mensual promedio en Uganda es de $153 dólares.
Mas allá de los avances, el gran reto para los estados africanos es incluir y proteger a los pequeños productores y granjeros locales en el desarrollo de esta industria multimillonaria que, según expertos y analistas internacionales, producirá en el mundo cerca de $200 billones en los próximos 10 años.
en Costa Rica. 
