Una foto en la que una joven en lágrimas abraza al cuerpo de su pareja muerta se ha hecho viral en los medios de comunicación.
Los hechos corresponden a la ofensiva contra las drogas que el presidente de Filipinas Rodrigo Duterte empezó desde finales de julio.
El ataque es producto de la ejecución de un plan anunciado en su campaña electoral cuya visión es erradicar a los traficantes de drogas y a los criminales.
Se habla de que oficialmente han muerto 400 sospechosos estar ligados en la actividad. Duterte prometió 100,000 en los primeros seis meses.
Fotografías difundida por GettyImages han mostrado que las muertes están siendo programadas en barrios de clases marginales. Su novia manifestó a la BBC que se trataba de que su novio era consumidor, no traficante.
«Somos gente pobre, insignificante», dijo.
Alrededor del mundo, asociaciones civiles, medios de comunicación y diversas organizaciones han denunciado sobre los actos. 353 organizaciones no gubernamentales enviaron una carta a la La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) solicitando tomar acción para detener los asesinatos en Filipinas.
La UNODC y la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) -las agencias de la ONU para el control de drogas- aún no dan declaraciones.
Apoyado por su gestión de 22 años como gobernador en la ciudad de Dávao cumple con su promesa de campaña de dejar de lado los derechos humanos para cumplir su cometido.
El 25 de julio, dos días después de que la fotografía circulara, la calificó de melodramática en un discurso en la Cámara de Representantes.
No es la primera vez que se vincula a este político con este tipo de prácticas. En la década de los 90 logró reducir la criminalidad mediante a la formación de escuadrones de muerte que se encargan de realizar asesinatos extrajudiciales.
Sin ningún tipo de problema, el presidente del archipiélago considera que el país debe continuar la caza y ha llamado a la policía a triplicar sus esfuerzos.